Renovación eclesial
Publicado por Movimiento Apostólico Seglar el 1ro de abril de 2013 +información-->
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RENOVACIÓN ECLESIAL

Nuevo Pontífice

Los católicos del mundo están de enhorabuena, pues el nuevo Papa elegido por los señores cardenales es un buen creyente, austero, sencillo, cercano, de carácter afable pero firme, atento con los pobres, y con sólida formación teológica y humana. Asimismo tiene óptima experiencia en puestos de responsabilidad eclesial, pues fue provincial de los jesuitas, obispo, arzobispo de Buenos Aires y cardenal.

El nuevo pontífice que sucede a Benedicto XVI, es el primer Papa jesuita, el primero en llamarse Francisco y el primer pontífice que procede de Argentina y de Latinoamérica.

Lógicamente es conservador, pues en la Iglesia no se suelen elegir para cargos eclesiales –salvo error– a creyentes progresistas. Ni en los seminarios aceptan para presbíteros a jóvenes con mentalidad moderna. Estos reparos condicionaron a Bergoglio en la comprensión de las utopías modernizadoras tanto en la Iglesia como en el seno de la Compañía de Jesús.

Como conservador en doctrina y bioética, según las noticias de la prensa, parece que fue más transigente con la dictadura Argentina (aunque Bergoglio ayudó a jesuitas represaliados, a dos jesuitas obreros no tanto), que con el régimen democrático de los Kirchner. La jerarquía suele ser más afín al capitalismo que al comunismo. Muchos eclesiásticos argentinos prefirieron la dictadura represora por miedo a un régimen marxista. Para los conservadores es prioritaria la fe y secundaria la justicia. Mientras que para los progresistas, la fe está muerta si faltan las obras de justicia.

Si Juan Pablo II dio prioridad a los movimientos neoconservadores, puede que Francisco prefiera a los religiosos con su sólida formación. ¿Disolverá la alianza tácita anticomunista de la Iglesia con el imperio?

¿Será renovador Francisco?

Pero lo importante ahora no es el pasado, sino el presente que camina hacia el futuro. Todos los seres humanos, no sólo el Papa Francisco, tenemos cuestiones negativas en nuestras vidas. Incluso san Pablo fue perseguidor de los cristianos y san Pedro estuvo lleno de debilidades. Por ello, aceptemos jubilosos la elección del Papa Francisco.

Muchos confiamos que Francisco va a emprender la reforma de la Curia donde anidan luchas de poder, la reforma de las finanzas vaticanas siempre atractivas para ambiciosos y corruptos. Seguro profundizará las medidas ya tomadas en la Iglesia para frenar los escándalos de pederastia y hasta puede que se desprenda de bienes eclesiales que dan la sensación de una Iglesia rica.

Es motivador que Francisco llame a la Curia, cardenales, obispos y cristianos, a dar testimonio de una vida sencilla y pobre (como Francisco de Asís del que ha tomado el nombre), dedicada al servicio de los empobrecidos.

Confiamos que Francisco será un reformador, si le dejan los poderosos, no sólo de estructuras materiales y organizativas de la Iglesia, sino que promoverá lo más fundamental: una fe, una espiritualidad y una evangelización más auténticas, según los signos de los tiempos.

¿Para cuándo la transformación de la Iglesia?

Pero la Iglesia, además de las reformas urgentes, necesita algo más para transmitir la gracia de amor-salvación de Jesús a la humanidad. Hay que transformarla, hay que volverla del revés, lo de abajo ha de ponerse arriba, y viceversa. Hay que abrir un debate entre los católicos, no sólo en la cúpula cardenalicia, que resuelva sobre las transformaciones que son necesarias en la Iglesia, tales como:

 ¿Continuaremos con el Estado Vaticano o debemos suprimirlo?

 ¿Mantendremos el papado con poder absoluto surgido a partir del siglo IV ó no? Según el teólogo brasileño Frei Betto, ya existen una Rusia sin Zar, una Francia sin rey, un Brasil sin emperador y unas iglesias protestantes y religiones sin papas.

 ¿Transformamos el modelo de Iglesia cristiandad, totalitaria y verticalista, en el nuevo modelo de Iglesia de los pobres (Vaticano II), democrática y participativa, con cargos temporales?

 ¿Habrá que abolir la Curia y los cardenales, para potenciar una Iglesia sinodal como exigía el Vaticano II? Es decir, que los sínodos de obispos a nivel universal y regional dirijan a la Iglesia con la participación de las diócesis.

 Así como la Iglesia se abre al capitalismo ¿sería necesario que dialogara con el socialismo, dado que se interesan por la justicia en el mundo? ¿Se profundizará el ecumenismo y el diálogo con las religiones?

 La adaptación a los signos de los tiempos era una exigencia del Concilio Vaticano II. ¿Qué habría que hacer en la Iglesia para dar participación al pueblo, a los laicos y a las mujeres?

 Si la inquietud moral de la jerarquía está centrada en cuestiones bioéticas, ¿tendría que priorizar hoy día, los temas de justicia social y liberación de los empobrecidos?

 ¿Habrán que anularse las alianzas con los poderosos para trabajar libremente en la evangelización profética y en la emancipación de los oprimidos?

 ¿Se eliminarán títulos, dignidades, boatos litúrgicos medievales y formas de vestir anticuadas? ¿Se renunciará a catedrales, palacios, fincas y mansiones innecesarias para dar testimonio de pobreza?

Si la voz del pueblo es la voz de Dios, escuchemos al pueblo.

Pedro Serrano Garcia


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